¿Cómo va a funcionar Alemania tras las elecciones?
27 de octubre de 2017
Por admin

Las elecciones generales al Parlamento alemán (Bundestag), celebradas el 24 de septiembre, han trastornado el escenario político. Si en el pasado Alemania era un referente de estabilidad político-económica, el futuro plantea dudas al respecto como consecuencia de la fragmentación del Parlamento y de la irrupción del populismo a nivel nacional.

En la nueva legislatura habrá seis en vez de cuatro grupos. Lo verdaderamente preocupante es tener entre ellos una formación ultraderechista, xenófoba y antieuropea como es la Alternativa para Alemania (AfD). Este partido ha obtenido el 12,6% de los sufragios y se ha convertido en la tercera fuerza política del país. Hace cuatro años, se había quedado en el 4,7% de los votos, tres décimas por debajo del mínimo requerido para entrar en el Parlamento. Del comportamiento de este partido en los 10 (de 16) parlamentos regionales alemanes en los que ya milita desde hace unos años, podemos vaticinar lo que nos espera: no una oposición constructiva, sino un sinfín de provocaciones con el fin de de desgastar al Gobierno y confundir a la opinión pública; buscarán la adhesión de los muchos ciudadanos (el 60%) que los han votado no por simpatía con su programa sino por protesta contra los partidos tradicionales y especialmente por enfado con la política de inmigración de la canciller.

Otro aspecto a resaltar es el desplome que ha sufrido la gran coalición gubernamental entre el CDU/CSU y el SPD. Juntos han perdido un 13,7% de los votos (y por separado el 8,5% y el 5,2%, respectivamente). El suspenso fue merecido porque en la pasada legislatura el Ejecutivo con su aplastante mayoría parlamentaria se dedicó más a administrar el país que a articular proyectos sugestivos para la ciudadanía y estimulantes para la economía. Los tres partidos podrían repetir la gran coalición, reuniendo una mayoría absoluta de escaños (53,5%). Pero la áspera victoria del CDU/CSU (33%) fue percibida por Merkel como un aviso de no hacerlo. Y los socialdemócratas decidieron, nada más conocer el varapalo de los primeros resultados electorales, ir a la oposición. No se habían creido las encuestas a todas luces desfavorables. Su candidato, Martin Schulz, al que los socialistas europeos, también los españoles, habían aupado como luz de esperanza progresista, cosechó solo el 20,5% de los sufragios, que para este partido supone el peor resultado en la historia moderna, desde 1949. El insistente relato socialdemócrata sobre la creciente desigualdad y el aumento de la pobreza entre los mayores no podía calar en el electorado alemán, simplemente porque no se ajusta a la evidencia empírica. En estas condiciones, Merkel seguirá al frente del Ejecutivo.Tiene por delante la ardua tarea de organizar una nueva coalición que disponga de una mayoría absoluta en el Parlamento. La única opción (alcanzando un 52,6%) es que el CDU/CSU pacte con los liberales (FDP), que con el 10,7% de los votos regresan al Parlamento (hace cuatro años se quedaron fuera con un 4,8%), y con el partido ecologista Los Verdes, que obtuvo el 8,9% (cinco décimas más que en los últimos comicios).

En Alemania hablamos de una “coalición Jamaica”, en alusión a los colores de la bandera del país caribeño que son los que los alemanes asignamos a los partidos políticos (en este caso: negro, amarillo, verde). Sería la primera coalición de este tipo en la historia de Alemania a nivel de nación (en un land y en diversos municipios ya existe). El problema para Merkel es que las discrepancias ideológicas, sobre todo entre el CSU y Los Verdes, en materia de impuestos directos (redistribución), pensiones (edad de jubilación), sanidad (seguro de dependencia), educación (financiación), energía (renovables), asilo político (cuota de refugiados) y seguridad ciudadana (protección de la privacidad) son abismales. Desde la perspectiva del Partido Liberal la división de posturas, también frente al CDU, no es menos significativa, sobre todo porque el FDP prioriza, como debe ser, las libertades individuales de acción, con las correspondientes responsabilidades, sobre el paternalismo del Estado. Lograr en las negociaciones la cuadratura del círculo requerirá su tiempo (¿meses?). El resultado podría ser un acuerdo frágil, atiborrado de fórmulas de compromiso al mínimo denominador común, si no contradictorias, difícil de mantener durante cuatro años de legislatura. Y si al final no hubiera acuerdo de gobierno, y dado que nadie quiere una repetición de las elecciones, el SPD tendría que reconsiderar su postura, lo cual tal vez haría si, como han insinuado algunos de sus líderes, Merkel renunciara a la cancillería. Es muy improbable que lo haga.

El nuevo Gobierno alemán tendrá que asumir en los próximos años importantes retos de política económica. Por ejemplo, el de la digitalización. Hay que crear rápidamente las condiciones adecuadas para que las empresas, la población activa y la ciudadanía en general puedan aprovechar el potencial que las innovaciones en este campo ofrecen para nuevos modelos de negocio y nuevos empleos con la perspectiva de beneficios y salarios holgados. En este aspecto, existe un amplio consenso político en Alemania en que el país tiene que involucrarse de pleno en la transformación económica de la digitalización y mantener así su capacidad de país innovador de vanguardia. En una supuesta coalición Jamaica actuarían como principal fuerza impulsora los liberales, que ya durante la campaña electoral han subrayado de forma convincente todo lo relacionado con la digitalización, incluida las infraestructuras en Gigabit-Ethernet, la formación técnica de las personas a todas las edades y la apertura de los mercados para la llamada actividad colaborativa (sharing economy), especialmente en el sector de los servicios (la compañía de tráfico Uber, como el ejemplo que tantas controversias viene desencadenando).

Otro gran reto proviene de la competencia fiscal en el contexto de la globalización. Como en otros países, también en Alemania muchos piensan que esta competencia es desleal y perniciosa. La evidencia empírica no lo avala. Por el contrario, es positivo que los Gobiernos no puedan subir los impuestos según les plazca para financiar el gasto público (incluido el superfluo) que ellos consideren adecuado, sino que tienen que saber que una excesiva presión fiscal sobre los beneficios empresariales y las rentas del trabajo promueven la fuga de capitales, ahuyentan inversiones extranjeras e inducen a personas cualificadas a emigrar. Otros países, entre ellos Francia y Estados Unidos, planean una reducción de impuestos. Por ello, no sería razonable subir impuestos en Alemania como quieren Los Verdes para el tipo marginal máximo del IRPF y el impuesto de sociedades aplicable a las grandes compañías, y para reintroducir el impuesto sobre el patrimonio, aparcado y no recaudado desde 1997 a raíz de una sentencia del Tribunal Constitucional. Los otros socios en la previsible coalición no quieren ni oír hablar de subir impuestos, y el FDP incluso promulga una desgravación fiscal del orden de unos 30.000 millones de euros. Los participantes en las negociaciones tendrán que hacer verdaderos malabarismos para deshacer este nudo gordiano, espero que con altura de miras.

Un reto permanente es Europa. Este tema apenas fue abordado durante la campaña electoral, sorprendentemente tampoco por Schulz que como expresidente del Parlamento Europeo aquí pudiera haber puntuado. El nuevo Gobierno tendrá que ocuparse de los ambiciosos planes que el presidente francés, Emmanuel Macron, ha presentado en septiembre para una “refundación europea”, con más competencias supranacionales en materia fiscal, entre otras cosas. Si bien los partidos de la esperada coalición son todos proeuropeos, solo Los Verdes apoyan propuestas tan controvertidas como la emisión de eurobonos, un ministro de finanzas comunitario o un presupuesto para la UE acrecentado y financiado con un impuesto propio. Merkel estaría dispuesta a negociarlo casi todo, pero sin hacer demasiadas concesiones, para no dar alas a la AfD. Los liberales son muy escépticos, creo que con razón, en cuanto a una mayor centralización y burocratización de las políticas económicas en Bruselas. En cambio, reclaman un régimen de insolvencia ordenada para Estados en quiebra, incluida su salida (temporal) de la eurozona, lo cual es indispensable para asegurar la estabilidad del área monetaria, aunque no sea del agrado en otras cancillerías europeas, tampoco en París. Si el FDP se hace, como pretende, con la poderosa cartera de Hacienda, una vez que el antiguo titular, Wolfgang Schäuble, ha sido elegido presidente del Parlamento alemán, los futuros planes para profundizar la integración europea serán tratados desde Berlín por procedimientos homeopáticos, y en el Eurogrupo seguirá habiendo un enérgico representante alemán de la estabilidad presupuestaria, que es una condición necesaria para un crecimiento económico sostenido. 

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