¿Cuánto vale un cuadro de Leonardo da Vinci?
26 de diciembre de 2017
Por admin

La venta en subasta de la obra de Leonardo Salvator Mundi por más de 450 millones de dólares fue noticia preeminente hace pocas semanas en los medios de comunicación de todo el mundo. La pregunta que sirve de título a este artículo tiene, por tanto, una contestación aparentemente fácil: un cuadro de Leonardo da Vinci vale hoy 450 millones de dólares. Pero es evidente que tal respuesta es muy insatisfactoria. Lo relevante es saber por qué su precio ha sido ése y no otro y, sobre todo, por qué ha habido alguien dispuesto a pagar una auténtica fortuna por esta obra.

Desde el siglo XIX, los economistas se han planteado la cuestión de cómo explicar la formación de los precios de aquellos bienes que tienen una función de oferta totalmente rígida y, por tanto, no pueden ser producidos en mayor cuantía en respuesta a posibles incrementos de la cantidad demandada, como ocurre en la gran mayoría de los bienes que se venden en los mercados. Es evidente que, en estos casos, el precio viene determinado por la demanda: un bien de esta naturaleza vale lo que la gente paga por él.

El cuadro de Leonardo era el único de este pintor existente en el mercado; por lo tanto, su precio alcanzó el nivel que estuvo dispuesto a pagar aquel potencial comprador que, dueño de los recursos económicos necesarios, valoró más la obra. ¿Pero por qué hay gente que atribuye a un cuadro como éste un valor tan grande? ¿Por qué un comprador adinerado no prefiere adquirir otras obras de grandes artistas, cuya calidad o fama es sólo ligeramente inferior, pero su precio es sustancialmente más bajo? ¿Es la relación calidad-precio de Salvator Mundi la mejor del mercado? Y si no es así, ¿por qué pagar tanto dinero por él? Hace algunos años, Gary Becker, Kevin Murphy y William Landes publicaron un sugerente trabajo que puede darnos una respuesta interesante a estas preguntas (The Social Value for the Great Masters and Other Collectibles). Su argumentación parte de la idea de que los comportamientos individuales, dentro y fuera del mercado, están en buena medida determinados por las acciones y las preferencias de otras personas. Más concretamente, el valor que un objeto tiene para un consumidor se ve influido, entre otras cosas, por las características específicas de las personas que poseen objetos similares. Si alguien que es famoso, rico o influyente tiene una marcada preferencia por un determinado objeto –la obra de un pintor conocido, por ejemplo– tal rasgo inclinará a otros consumidores a tratar de adquirir una obra similar, al margen de que realmente les guste o no. De hecho, pueden estar comprando no tanto un buen cuadro, cuya contemplación y posesión les satisface per se, como un objeto cuya propiedad les ayuda a integrarse en un grupo al que les gustaría pertenecer por considerarlo superior en la escala social. Si los propietarios de un Rembrandt tienen mayor prestigio que quienes poseen un Vermeer, habrá más gente que quiera comprar cuadros de aquel; y sus precios serán más elevados que los que un coleccionista pague por ser dueño de un Vermeer. En términos generales, las preferencias de los “líderes” a la hora de comprar una obra de arte condicionan el comportamiento de los “seguidores”, que tratan de adquirir el mismo tipo de obras y elevan así su valor.

Relación líder-seguidor

El hecho de que el comprador de Salvator Mundi sea el Museo del Louvre de Abu Dabi confirma que el modelo de Becker, Murphy y Landes es capaz de ofrecer una buena explicación del elevado precio alcanzado por el cuadro. Una institución cultural nueva, que toma su nombre de uno de los museos más famosos del mundo y le paga por utilizar esa denominación a lo largo de unos años, es un excelente ejemplo de una relación líder-seguidor en el mercado del arte. Y si el líder es propietario de varios Leonardos, entre ellos La Gioconda –la más famosa de las tablas del maestro– tiene sentido que el seguidor aproveche la ocasión para hacerse con una pintura similar, por muy elevado que sea el precio de ésta.

El Louvre de Abu Dabi no ha adquirido, por tanto, sólo un cuadro de uno de los pintores más famosos de todos los tiempos; ha comprado también prestigio y ha dado un paso más en su propósito de formar parte del club de los grandes museos del mundo. Por ello no es sorprendente que haya estado dispuesto a pagar una fortuna considerable por un cuadro que, durante varios siglos, permaneció en el ostracismo sin que nadie se interesara por él. La racionalidad de algunos comportamientos en el mercado es, a veces, difícil de entender. Pero el análisis económico puede ofrecer, en muchos casos, explicaciones interesantes de la lógica de tales conductas. Éste es un buen ejemplo.

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