Economía y revolución
12 de julio de 2018
Por admin

Entre las grandes obras de la historia del pensamiento económico El capital ocupa un lugar especial. Resulta dificil, en efecto, analizar este libro como un trabajo científico en sentido estricto. En El capital hay, sin duda, algo más; en concreto, una visión del mundo y de las relaciones sociales que, en pocos casos, deja indiferente al lector.

Antes de dedicarse al estudio de la economía, Karl Marx había tenido una larga experiencia como revolucionario y se había convertido en un hombre fichado por la policía de diversos países europeos. En 1849, cuando contaba con 31 años de edad, buscó refugio en Inglaterra, donde vivió hasta su fallecimiento en 1883. Fue en Londres donde escribió la que habría de ser su gran obra. A lo largo de muchos años, estudió y trabajó intensamente, a menudo en condiciones económicas precarias, en la elaboración de su tratado. Pero sólo consiguió publicar la primera parte del libro en 1867. Y, aunque vivió aún bastantes años más, en el momento de su muerte no había terminado su obra. Dejó, eso sí, gran cantidad de manuscritos, a partir de los que, su amigo y colaborador Friedrich Engels publicó en 1885 el segundo volumen y en 1894 el tercero.

Estas circunstancias vitales explican los dos elementos que están presentes en la obra de Marx. Por una parte, su deseo de contribuir al establecimiento de un sistema comunista que terminara con la explotación de los trabajadores y cambiara de forma sustancial la sociedad. Pero, por otra, su intento de sentar las bases teóricas de lo que denominó «socialismo científico». Pensaba que los intentos anteriores de construir un nuevo mundo basado en el socialismo no eran dignos de respeto. En su opinión, había socialistas reaccionarios, conservadores y burgueses; y, más importante aún, había personas bien intencionadas que trataban de acabar con la injusticia, pero que eran en exceso idealistas y carecían de fundamentos sólidos. Eran los socialistas que él denominaba despectivamente utópicos. Había que cambiar todo esto. Y para ello trató de encontrar en la economía las bases de un nuevo modelo de organización social que fuera más allá de las ideas nobles y mostrara cómo el sistema capitalista estaba condenado a desaparecer y a ser sustituido por el comunismo, tras una fase intermedia de socialismo. Marx nunca definió con claridad estos conceptos, ya que su obra se centra en el estudio del capitalismo, sus leyes y su evolución.

Sus bases intelectuales fueron dos principalmente: la filosofía de Hegel y la economía política de Ricardo, que reflejan dos visiones del mundo muy diferentes y que resultan muy difíciles de utilizar de forma conjunta, como él intentó. El resultado es un libro muy irregular, con un lenguaje a menudo confuso. Y otro problema con el que se encontró a la hora de elaborar su teoría económica es que de Ricardo tomó uno de sus puntos más débiles, la idea de que el valor de una mercancía se determina por el trabajo que ésta incorpora, lo que le planteó el problema de tener que transformar estos valores en precios, que son los que se observan en el mercado. Y nunca fue capaz de encontrar una explicación razonable de esta transformación, que hoy casi ningún economista considera una cuestión relevante que merezca ser analizada. Un elemento fundamental de su modelo es la teoría de la plusvalía, que afirma que el empresario obtiene su beneficio del valor generado por los trabajadores por el que éstos no son remunerados. Pero esta teoría no funciona. Por un lado, tiene muchos errores conceptuales y analíticos; y, por otro, no puede aplicarse a una economía real, como se comprobaría años más tarde en los países socialistas.

Por estas razones, los trabajos de Marx han influido muy poco en el corpus de teoría económica desarrollado en el último siglo y medio. Seguramente, la idea de Paul Samuelson, que consideraba a nuestro economista sólo como un «postricardiano menor» resulta un tanto excesiva. Pero es evidente que lo que ha hecho de Marx uno de los pensadores más influyentes del mundo moderno no es su teoría económica, sino su visión del desarrollo de la historia, su obra de denuncia social y el hecho de que su doctrina se convirtiera en la justificación de un modelo político y económico que, en el siglo XX, se impondría en gran parte del mundo; y no con buenos resultados, por cierto.

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