El fetichismo de la ley
19 de marzo de 2018
Por admin

Siempre me ha sorprendido la profunda fe que la gente tiene en la ley y en la regulación pública como instrumentos para solucionar los problemas de la sociedad. Poco importa la naturaleza de éstos. Sean los que sean, parece que una ley que fija como su objetivo satisfacer los deseos de la gente actúa como un auténtico bálsamo de Fierabrás capaz de curar todos los males del país.

Que determinados salarios son bajos, se aprueba una ley de salarios mínimos que los eleve. Que suben las rentas de las viviendas en alquiler, el tema se arregla con una ley que fije topes a dichos aumentos. Que las empresas de otros países producen con costes más bajos, se limitan por ley las importaciones y se termina así con esta competencia “injusta”. Que no hay mujeres en los consejos de la administración de las grandes sociedades anónimas, la solución es, sin duda, una ley que establezca la cuota que nos parezca más adecuada. Y estos son solo algunos ejemplos ilustrativos de un fenómeno muy generalizado, un fenómeno que está ahora completamente en boga en esta época que vivimos de demostraciones populares masivas.

No es raro que, en una sociedad así mentalizada, existan presiones constantes para controlar la actividad legislativa. Frédéric Bastiat, el gran divulgador de los principios de la economía de mercado, escribió en su famoso artículo sobre la ley que esta ha pasado de constituir un freno a los intereses particulares a convertirse en un instrumento de ellos, al favorecer los objetivos (económicos. sociales o políticos) de grupos concretos de la población. Aunque muchas normas se presenten como fórmulas para garantizar derechos, lo que hacen, en realidad, es cargar sobre algunos el coste de ofrecer beneficios a otros, con cuya benevolencia cuentan quienes controlan el proceso para obtener, a su vez, ventajas o conservar el poder político.

AMENAZA. Pensaba Alexander Hamilton que todos los poderes del Estado, incluso aquellos sometidos a un control democrático, pueden constituir una amenaza para el ciudadano. Y tenía razón; entre otras cosas, porque, si la ley deja de ser un freno a comportamientos indeseables para convertirse en un medio para lograr beneficios particulares, tenemos un serio problema. 

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