Ideas erróneas, políticas erróneas
5 de marzo de 2018
Por admin

Una cosa que siempre me ha sorprendido en mis largos años de actividad profesional es lo mal que razona mucha gente cuando opina sobre problemas econó- micos. Una explicación podría ser, simplemente, que estas personas son poco inteligentes. Mi viejo profesor en la Universidad de Berkeley Carlo Cipolla formuló, hace ya bastantes años unas “leyes fundamentales de la estupidez humana”, la primera de las cuales afirma: “Siempre, e inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circula por el mundo”.

Podríamos añadir que estas personas estúpidas, cuando consiguen un cargo político o acceden a determinados medios de comunicación —y especialmente cuando ambas condiciones se cumplen simultáneamente— se convierten en un auténtico peligro público, y pueden llegar a ocasionar daños terribles a sociedades enteras. Cualquiera que siga con un mínimo de atención la actualidad de nuestro país podrá citar fácilmente los nombres y apellidos de algunos de estos personajes que amenazan cada día nuestros bolsillos y nuestro bienestar.

Pero es evidente que no todos los que razonan mal son estúpidos. Tengo en mente a numerosas personas inteligentes y excelentes profesionales que, cuando llega el momento de pensar sobre cuestiones económicas que a algunos nos parecen relativamente simples, se equivocan y llegan a conclusiones bastante disparatadas.

LA PARADOJA. La explicación de tal paradoja no es sencilla; pero cabe argumentar que entender la lógica del funcionamiento de un mercado puede resultar menos fácil de lo que los economistas, por lo general, creemos. Así el hecho de que determinadas políticas bienintencionadas tengan, a menudo, efectos muy negativos para aquellos a los que se quiere ayudar sorprende y resulta incómodo a muchos. Pero esto es lo que ocurre cuando se viola la racionalidad económica.

Y esta es la línea que va a seguir esta modesta columna de prensa. En la opinión pública y en el debate político prevalecen, con frecuencia, ideas confusas o plenamente equivocadas. Y estoy convencido de que una reflexión ponderada sobre los errores más habituales en el razonamiento económico puede hacer mucho bien a nuestra sociedad. Vamos a intentarlo.

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