La melancolía de Cristófora Montaraz
9 de julio de 2018
Por admin

Pauper Oikos se topó con la exministra de Hacienda, Cristófora Montaraz, hecha un mar de lágrimas, e intentó consolarla: —Los socialistas han cometido una gran injusticia contigo, porque te han despedido en vez de renovarte en el cargo.

—Exactamente —replicó Montaraz—. Yo soy socialista, como la inmensa mayoría de los del PP. A ver: ¿qué hizo Smiley? Subir los impuestos para defender el Estado. ¿Y qué hizo Barbie? Pues lo mismo.

—No solamente eso —aclaró el reportero de Actualidad Económica—. El argumentario fiscal de la derecha y de la izquierda es el mismo, y repite todos los camelos del pensamiento único antiliberal. Tú misma lo desarrollaste en la entrevista que te hizo Jorge Bustos en El Mundo. Dijiste que la presión tributaria en España es del 35 %, frente al 46 % del promedio europeo, como si eso justificara cualquier saqueo; que el problema es que los ricos se quejan de más, como si Hacienda no crujiera a los pobres, y estos no se quejaran; que la Agencia Tributaria no es la Inquisición, cuando se le parece, y que hay que recaudar más para salir de la crisis, cuando fueron los impuestos los que la profundizaron y prolongaron. Y te llenaste la boca de socialismo proclamando la gravedad de la desigualdad y la necesidad de acentuar la progresividad fiscal.

Cristófora Montaraza vio allí un flanco débil y arremetió:

—Te recuerdo que fue Milton Friedman la persona que reformó el impuesto sobre la renta norteamericano para introducir un impuesto progresivo.

Entonces se abrió el cielo de los liberales y apareció el propio Friedman, que protestó así:

—Puro cuento, como aclaró Juan Ramón Rallo. Lo que defendí fue un impuesto de tipo único sobre la renta. Es verdad que contribuí a implantar las retenciones en el income tax, por lo que después me arrepentí toda la vida, una vida, por cierto, en la que no dejé de recomendar que bajasen los impuestos. No querrás compararte conmigo, ¿verdad que no?

Mujer bregada en mil ataques contra los trabajadores, Cristófora volvió a la carga:

—Algunos empresarios americanos han rechazado la bajada impositiva de Trump: ellos quieren pagar. Los impuestos son la expresión de un pacto social. El liberalismo es anteponer los derechos del individuo, pero completándolos con la acción del Estado; los liberales ultramontanos no entendéis esta segunda parte: sin Estado no hay igualdad de oportunidades.

—Un disparate —respondió Pauper Oikos—. Primero, si alguien quiere pagarle al Estado libremente, bendito sea Dios, eso no está en discusión: la discusión está en que todos estamos obligados. Segundo, no me vengas con el juez Holmes, ni con Rousseau: los impuestos no son un pacto social, porque el Estado no es sino una imposición política y legislativa; y el Estado no redistribuye igualitariamente, como lo prueba el estudio de Civismo: el 80 % de los contribuyentes paga más impuestos que lo que reciben en forma de servicios y prestaciones públicas hasta la edad de jubilación. Sea como fuere, Cristófora Montaraz seguía lamentándose, con lo que Pauper Oikos optó por dejarla en paz y alejarse cantando Señor inspector, de Barón Rojo. 

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