Tras el cambio de Gobierno, la política española vuelve a mostrar que en la lucha por conseguir el poder todo vale, aunque sea renunciando a la lógica más elemental y a los principios más básicos. El debate sobre las cuentas públicas es un buen ejemplo de lo que podemos esperar en el próximo futuro.

Como todo el mundo sabe, hace pocas semanas el Congreso de los Diputados aprobó los Presupuestos de 2018 con la oposición, entre otros, del Partido Socialista. Por tanto, ahora que el PSOE ha llegado al poder, cabría pensar que, por un mínimo de coherencia, el nuevo Gobierno trataría de modificarlos. Pues no, señor. Los va a apoyar. Y no lo va a hacer, ciertamente, porque piense que esto es lo mejor para el país. La causa principal de este cambio de opinión es que, como son muy ventajosos para el País Vasco, y el PNV ha vendido su voto a Sánchez para ganar la moción de censura, este tendrá que pagar el precio pactado.

Y por el lado del PP podría suceder algo similar. El siguiente trámite de los Presupuestos es su aprobación por el Senado. En esta cámara el PP tiene mayoría, por lo que podría modificarlos antes de devolverlos al Congreso. No sabemos qué sucederá finalmente, y algún político del PP ha dicho que no se van a oponer a ellos, ya que son “sus” presupuestos. Pero, dentro de la lógica en la que nos movemos, que el PP echara abajo sus propios Presupuestos no tendría nada de extraño y estaría tan justificado como que el PSOE ahora los apoye. Y la razón es la misma. Con el famoso dinero del PNV, el PP no pretendía hacer algo en beneficio del país. Simplemente estaba comprando votos, exactamente igual que ha hecho el PSOE unas semanas más tarde.

Me temo, por tanto, que apelar a la coherencia en este asunto tiene poco sentido. Tanto el PP como el PSOE han negociado apoyos con el dinero de los contribuyentes; el de los lectores de este periódico entre otros. Y mientras el tema no esté cerrado cabe esperar todo tipo de regateos y cambalaches.