Matemáticas y economía
25 de julio de 2018
Por admin

La formalización matemática ha sido, sin duda, uno de los rasgos dominantes de la evolución de la teoría económica en las últimas décadas. Ya hemos visto en otros artículos de esta serie, cómo, en el siglo XIX, se produjeron avances importantes en este sentido en las obras de Cournot y Walras, entre otros. Pero el uso de las matemáticas ha tenido un desarollo mucho mayor en tiempos recientes. Y uno de los hitos en este proceso fue, sin duda, la publicación el año 1947 de los Fundamentos del análisis económico de Paul A. Samuelson.

Nacido en Gary (Indiana) el año 1915, fue el niño prodigio de la economía norteamericana. Estudió en las universidades de Chicago y Harvard. A los 21 años ya había publicado su primer artículo en una revista académica; y, a partir de aquel momento, escribió con una sorprendente regularidad, una media de cuatro o cinco artículos de primer nivel al año, ritmo que, por sorprendente que parezca, mantuvo durante casi medio siglo. En 1940 ya era profesor en el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts), cuyo departamento convirtió, tras muchos años de dedicación, en uno de los primeros centros de investigación económica del mundo.

El origen de sus Fundamentos del análisis económico fue la tesis doctoral que había presentado en Harvard unos años antes y que, en palabras de su colega K. Arrow, es el único ejemplo conocido en esta disciplina de una tesis doctoral que es, al mismo tiempo, un tratado; o, dicho de otra forma, de un tratado que tiene tanta originalidad que puede ser presentado como una tesis doctoral.

El libro empieza con una frase J. W. Gibbs que indica cuál era el objetivo del autor al escribirlo: «La matemática es un lenguaje». Y con este lenguaje Samuelson reformuló una serie amplia de problemas que los economistas habían abordado de forma separada a lo largo del tiempo. Su tesis principal es que la existencia de analogías en diversas teorías indica que debe haber una teoría general que pueda unificarlas a todas. La base del trabajo no es, por tanto, el estudio de una cuestión concreta del análisis económico, sino el desarrollo de una metodología que permita una formulación global de la teoría. De hecho, el libro, tras dedicar algunos capítulos a los principios básicos de la microeconomía -teorías del consumo y la producción- incluye otros en los que estudia cuestiones muy diferentes, como el modelo keynesiano o los ciclos económicos.

El punto de partida es el habitual en la economía neoclásica, el principio de conductas de maximización por parte de los agentes económicos. Y un elemento fundamental de su método de análisis es lo que en la literatura económica se denomina estática comparativa, es decir, el análisis de los efectos de un cambio en un determinado parámetro, desde la situación inicial al resultado final. Y la idea relevante es que este método permite realizar predicciones con respecto a los efectos en el equilibrio de tales cambios en los parámetros.

Si consideramos la conocida definición de Schumpeter del análisis económico, de acuerdo con la cual éste consiste en el estudio de los aspectos científicos del pensamiento económico, es evidente que Samuelson representa perfectamente esta forma de abordar los problemas de nuestra disciplina. Defensor de la macroeconomía keynesiana, fue la figura más representativa de la denominada «síntesis neoclásica» -término acuñado por él mismo- que tenía como objetivo la integración de la microeconomía tradicional con la macroeconomía keynesiana, enfoque que dominó durante décadas el pensamiento económico occidental.

Menos afortunado fue, sin embargo, el profesor norteamericano en su interpretación de los problemas de la economía política, entendiendo por este término una visión más amplia del fenómeno económico, que incluiría el estudio de las ideas y las políticas que se aplican en la solución de problemas concretos, así como el marco social en el que se desenvuelve la actividad productiva. Samuelson llegó a afirmar que «en contra de lo que muchos escépticos creyeron en su día, la Unión Soviética es la prueba de que la economía socialista planificada puede funcionar, e incluso prosperar». Y se adhirió a la tesis de la convergencia de sistemas económicos, de acuerdo con la cual el mundo se encaminaba a modelos mixtos entre la planificación soviética y el libre mercado norteamericano; sistema mixto que, ciertamente, no le disgustaba. Como decía el clásico, aunque su pluma es erudita, también dormita Homero.

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