Navarra, una mirada hacia el futuro
3 de diciembre de 2018
Por admin

Así como el final de año es momento de hacer balance económico, hoy, festividad de San Francisco Javier, resulta la fecha oportuna para analizar el rumbo de los valores que mueven a la sociedad navarra. Sin permitir que nos invada la nostalgia, conviene recordar algunos rasgos que exhibía hace medio siglo, porque en ellos se encuentran nuestras raíces como pueblo. Entonces, los navarros compartíamos, más que ahora, los ideales y los anhelos que dinamizaban nuestras vidas. Así, la Foral fue una comunidad profundamente religiosa, en donde se profesaba un respeto hacia los demás que favorecía una convivencia grata. La familia constituía la institución primordial que vinculaba a las personas. Existía un fuerte sentido de pertenencia a la tierra, arraigo que suscitaba un compromiso por proteger su identidad. Esta fidelidad a su Historia quedó bien demostrada en la famosa Gamazada de 1893-1895, cuando el ministro Gamazo pretendió abolir nuestros fueros. La condición rural y agraria del ‘Viejo Reyno’ auspició una mentalidad en la que promover el bien común se trataba de un objetivo moral relevante en las conciencias de todos los navarros.

Hoy, las señas de identidad que nos caracterizaban, tal como ha ocurrido en otras regiones, son más tenues. Navarra ha cambiado mucho porque, como no podía ser de otra manera, nuestra región no se mantiene inmune a la inexorable globalización. Sin embargo, aunque el mundo resulte cada vez más abierto, no tiene por qué destruir unas convicciones que eran y son valiosas para las personas y que, además, encierran algo grande: suscitan la armonía entre los ciudadanos, concordia que vertebra la región. Una actitud que debemos recuperar es sentir más el apego a la propia tierra, porque nos animará a participar más y a crear un entorno más apacible donde vivir.

Hoy, día de la Comunidad Foral, tendríamos que recordar la cualidad más esencial de la personalidad de Navarra: el respeto de sus ciudadanos a la rica diversidad de sus gentes. Asumir colectivamente esta naturaleza plural ha permitido que hayamos convivido unidos durante doce siglos. La existencia de contrastes no puede provocar fracturas, pues éstos propician una generación fértil de ideas nuevas y de proyectos compartidos. Aprovechar con inteligencia ese ser distintos puede favorecer un mejor futuro. La competitividad que hará sostenible a Navarra no provendrá del tamaño de la región, sino de la versatilidad para reinventarse; una creatividad que nace de construir desde la diferencia de puntos de vista.

La celebración de nuestro santo universal constituye un buen motivo para emular sus valores humanos. Entre éstos figura el servicio a los demás, lo que nos debiera llevar al compromiso de participar en todo aquello que beneficia a la Comunidad. Ello implica valorar el sentido de pertenencia al ‘Viejo Reyno’ y ejercer la responsabilidad de mostrarnos coherentes con su Historia. Compete en exclusiva a los navarros ser los primeros protagonistas en forjar el futuro de nuestra noble tierra, de acuerdo al legado recibido. Los políticos no pueden enfrentarnos en lo que más nos debiera unir: la permanencia de Navarra como Comunidad foral y autónoma.

No en vano, hemos sido siempre un pueblo libre que no toleraba los excesos del poder, ni de dentro ni de fuera. Este afán de proteger nuestra libertad hay que revitalizarlo, porque disfrutar de un cierto bienestar económico no cubre todos los anhelos de los navarros. También cuenta, y mucho, depender de nosotros mismos, tal como promulgan nuestros fueros. Hoy, la sociedad civil debe vivir con audacia el lema de los Infanzones de Obanos: En pie gente libre para defender la libertad de la Patria.

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